Probablemente durante estos días tengas muchas comidas o cenas y es posible que alguna sea de amigo invisible. Asimismo, es posible que la comida o cena simplemente sea una reunión de amigos por Navidad.
Y ahí quiero llegar, porque no me negaréis que hoy en día hay tantos amigos visibles no visibles, tantos amigos tan atareados y tan estresados que no pueden ni siquiera parar un minuto para compartirlo contigo, ni con nadie… Vamos, que hay veces que casi tienes que rellenar un formulario o una solicitud para quedar o hablar con ciertos… “amigos”. También hay veces que cuando crean un grupo en el whatssap para hablar de cómo quedamos para la cena, dan ganas de llamarle: “amigos invisibles”, porque no les has visto el pelo en todo el año, a pesar de vivir enfrente de tu casa
Pero no quiero compartir malas ideas, ni malos pensamientos, y menos durante estos días; mi reflexión pretende llevarte al polo opuesto, es decir, a los amigos visibles, a valorar a aquellos que están ahí todos los días para escucharnos, comprendernos y sobre todo, sin juzgarnos, porque la verdadera amistad se basa en eso, en poder confiar tus pensamientos a alguien y que ese alguien no te juzgue, sino que te escuche, te acompañe.
Es cierto que hay muchas veces que la situación obliga a la separación y que no nos podemos ver ni quedar todo lo que quisiéramos pero tú y yo sabemos cuándo verdaderamente un amigo debe estar o ser visible.
En cuanto al regalo, pienso que el tiempo es el mejor regalo, pero, a veces, tener detalles, no está nada mal. Hace poco me invitaron a una cena japonesa, y como sé lo cuidadosos que son con el protocolo, pregunté a mi amiga Masako si debía llevar un regalo, y su respuesta fue escueta y brillante: “Regalo siempre gusta”. No es obligatorio, pero siempre gusta, ¡es verdad!
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¡Felices Fiestas! ¡Que tus verdaderos amigos y amigas siempre sean muy visibles para tu corazón y tus ojos!