¡Bueno bueno bueno, chicas… lo que me pasó ayer! Uno de esos momentos que se recuerdan toda la vida, pareció una peli de Audrey Hepburn… 
Edu había notado que yo estaba tristona… Como os conté en este otro post habíamos discutido un poco por lo de su “Caja de la Nada”… Me dió mucha rabia confundir su estado de babia pura con el momento previo a decidir venirse a vivir conmigo…
Son esas cosas que pasan cuando una expectativa muy alta se encuentra con algo muy simple, no necesariamente malo, pero que no es lo que una esperaba, y que te deja como plof…
Bueno, pues ayer hacia las 7 de la noche me llama Edu y me dice que si me apetece salir a cenar.
- Pero… ¿no hay fútbol? -le pregunté yo, extrañada, porque Edu no se pierde un partido ni de segunda B, y hasta yo, que vivo en otro mundo (más vintage, más bonito, claro ;)) me había enterado de que se jugaba un España – Brasil.
- Sí, ¿y? Prefiero cenar contigo -dijo Edu. Aaaayyyyyyy el calorcito que me entró en el corazón cuando me dijo eso… Casi me derrito allí mismo, me dió hasta escalofríos.
Vino a buscarme a las 9, y fue una noche mágica… ¡No había nadie en las calles! ¡La ciudad era nuestra enterita! De vez en cuando pasábamos junto a un pub desde el que salían luces de tele y rugidos de “¡HUUYYYY!”, pero por lo demás la noche y la ciudad eran nuestras.
Edu me llevó a un restaurante muy coqueto con una terraza y un emparrado en un hotel muy alto, desde el que se veían las lucecitas de la ciudad como estrellas pequeñitas y las del firmamento como diamantes intermitentes.
Ha sido uno de los momentos más felices de mi vida. También hubo un rato en que nos quedamos callados, y pensé que quizás había vuelto a abrir su “Caja de la Nada”, pero no me importaba, porque estaba allí, junto a mí, solos entre el cielo y la tierra, y había dejado a sus amigos futboleros y sus cervezas gritonas por mí, por mí, por mí….
El tiempo es el mejor regalo. A los postres Edu sacó una cajita con esta pulsera de la foto. Cuando ví la cajita me dió un vuelco el corazón que casi me atraganto, pensé que iba ser anillo de compromiso… Pero resultó ser la pulsera más bonita que he visto en la vida, y que no me quitaré jamás, tallada con cristales de Swarowsky, que se ajustó a mi muñeca como anillo al dedo (¡mira por donde!) y que llevaré creo que toda la vida para recordar la noche que Edu me hizo el mejor regalo: su tiempo como muestra, la más clara, de cariño.
Así que, chicos, ya sabéis… ¡Ya podéis empezar a elegir vuestra pulsera y a pensar cuándo le demostraréis lo que sois capaces de perderos por una cena romántica!
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